jueves, 28 de marzo de 2013

Nuestro personaje femenino para la celebración del milenio: Beatriz Galindo

Beatriz Galindo (Salamanca, 1465- Madrid, 1534) 
    Beatriz Galindo, conocida con el sobrenombre de la Latina, fue una de las pocas mujeres que pudo vivir con voz propia los últimos años del siglo XV, años de tránsito hacia una nueva época para este naciente país y para el Reino de Granada.
   Nacida en una familia noble, pero venida a menos, sus padres decidieron para ella el más frecuente destino de los nobles sin fortuna en aquel tiempo: la vida coventual. Previamente fue enviada a una institución dependiente de la Universidad de Salamanca para que se formara. Sorprendentemente allí destacó por su dominio de la lengua latina con apenas 16 años, hasta el punto de que su fama llegó a oídos de la Reina Isabel, quien la eligió como preceptora para ella misma y para sus hijas, destinadas a entrar mediante matrimonio en las principales cortes europeas. 
   De este modo, con 21 años, pasó Beatriz a formar parte de la corte de los Reyes Católicos, donde se convirtió en amiga, confidente y consejera de la reina. Pasados unos años, la reina le propuso casarse con Francisco Ramirez de la Madrid, oficial de artillería, leal servidor de los reyes, que había enviudado recientemente y tenía cinco hijos. Francisco Ramirez había prestado importantes servicios militares a los reyes, los más recientes habían sido las conquistas de Ronda, Íllora, Montefrío, Loja, Salobreña y Málaga. 
   Con una generosa dote real, el matrimonio se celebró en diciembre de 1491 en fechas muy próximas a la entrada de las tropas castellanas en Granada. Durante diez años, la pareja vivió una fructuosa unión de la que nacieron dos hijos y un gran acumulo de riquezas, fundamentalmente por la compra de bienes a los judios y musulmanes de las zonas conquistadas. En Motril, por citar solo un ejemplo, adquieren las propiedades de la reina madre de Boabdil, así como las de numerosos mudéjares, moriscos y judíos de la zona: morales para la producción de seda, marjales de caña de azúcar, frutales... y hasta unas salinas.
   Diez años después, en 1501, su marido murió en el intento de sofocar una revuelta de los habitantes de las Alpujarras, descontentos por el escaso respeto que se estaba dando a las capitulaciones firmadas entre los Reyes Católicos y Boabdil para la rendición de la ciudad. Durante algunos años siguió al servicio de la reina hasta su muerte en 1504. Para asegurarse de que se ejecutarían fielmente los deseos testamentarios de la  reina acompañó durante un mes el traslado de su cadáver hasta Granada.
   Poco después abandonó la corte para ir a Madrid donde vivió entregada a sus libros y obras de caridad. Fundó el Hospital de Pobres de Madrid y algunos conventos de la orden jerónima, probablemente siguiendo los consejos de Fray Hernando de Talavera, primer confesor de la reina.

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